Abascal no puede no ser un fascista

VOX es un partido de extrema derecha y Abascal un fascista. Esto, que venimos oyéndolo desde que VOX es VOX, y antes y después de VOX también del PP y de Ciudadanos cuando se le desmandan a la izquierda, lógicamente lo vamos a escuchar mucho próximamente a cuento de la moción de censura. Y también a cuento de las elecciones cuando nos digan que hay que frenar a la extrema derecha. Y después de las elecciones, allá donde la izquierda las pierda y la mayoría alternativa requiera el acuerdo de VOX con los populares. Extrema derecha y Franco hasta en la sopa, pero tiene su lógica.

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Para empezar sin embargo por lo que no es lógico, habría que determinar qué es ser un fascista. Un fascista es el que defiende el fascismo. ¿Alguien ha escuchado alguna vez a Abascal defender el fascismo? ¿Le ha visto ostentando algún símbolo fascista? VOX defiende el sistema democrático y condena toda violencia contra sus rivales políticos, cosa que no siempre se puede decir a la inversa. ¿Qué te convierte entonces en fascista? Un mínimo análisis del fascismo nos llevaría a concluir que se trata indiscutiblemente de un movimiento político de corte socialista, estatalista intervencionista y colectivista; o sea, un movimiento característicamente izquierdista. Pero en los tiempos que corren a lo que llamamos ser un fascista es a la osadía de decir que las mujeres tienen vagina, que el aborto es la eliminación de una vida human o que hay que cuadrar las cuentas públicas. Más precisamente, ser un fascista es llevarle la contraria en lo que sea a la izquierda.

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¿Pero por qué tiene la izquierda este empeño en buscar la existencia de fascista cómo y dónde sea? ¿Acaso le viene tan bien la existencia del fascismo que si no existe tiene que inventarlo? Pues claro.

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Para empezar, si consigues estigmatizar al 15% del voto de la derecha e imponer el criterio de imponerle un cordón sanitario, incluso convenciendo de esto a la propia derecha, entonces resulta que la derecha no podría gobernar casi nunca, o sólo dependiendo por completo de los votos de la izquierda. El negocio para la izquierda es redondo y la derecha sería tonta de remate si aceptara este escenario, por tanto no descartemos este escenario.

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Pero hay otra razón que no es electoral para que la izquierda necesite de la existencia de un fascismo real o si no tenga que inventarlo.

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La izquierda española todavía mantiene una relación más que vidriosa con la violencia. Del pasado violento del PSOE no cabe duda, como tampoco respecto al presente violento y golpista de los socios que lo mantienen en el gobierno. La forma que tiene la izquierda o el nacionalismo de justificar su violencia y la ventaja que le proporciona el uso de la misma es llamar fascista a todo lo que no coincide con la ortodoxia ideológica izquierdista o nacionalista, y después legitimar que le lancen ladrillos a todo el que sea etiquetado como fascista por no coincidir con la izquierda. Tirar piedras al que no piensa como la izquierda o como el nacionalismo pasa de ser un ataque a la libertad a defender la libertad, gracias a la magia del uso de la palabra “fascismo”. Así que a Abascal no le queda otro papel que el de ser un fascista. Da igual que no sea un fascista. No es optativo. La izquierda necesita como sea, para justificarse, un enemigo fascista. Viniendo de donde viene, Abascal lo sabe de sobra.

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Comentarios (1)
  1. Egia says:

    La izquierda española es, quizás, la izquierda más populista de Europa. Ya la fue en 1934 y lo sigue siendo hoy en día. La semántica es primordial para señalar a los “otros”. Tienen un desprecio total por la libertad individual e idolatría por el estado, incapaces de entender que existen otros pensamientos políticos susceptibles de respeto, que eso es democracia y libertad. Recurren sistemáticamente al victimismo, lo malo es culpa de los otros, nunca de la propia incapacidad para desarrollar las instituciones. El libre mercado les chirría, los empresarios son los culpables de la inflación, de las subidas de los precios. Ellos, el gobierno, ganan más que nadie, no haciendo ni arriesgando absolutamente nada. Y, por último, tienen una obsesión desmedida por el “igualitarismo”, como pretexto para seguir enriqueciéndose, directa o indirectamente, fomentado un sistema de clientelismo que les permita gobernar siempre, dando legitimidad a su proyecto de concentración de poder.

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