El pinchazo del 8M: su violencia, su discriminación, su politización y también su exclusión

Si hubiera que describir con una sola palabra la celebración del 8M en el día de ayer esa palabra sería “pinchazo”, incluso por encima de otras como “odio”, “politización”, “división”, “demagogia” o “tito Berni”. Bueno, tito Berni son dos palabras.

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Lo de pinchazo se resuelve con una sola imagen. La tentación de comparar la asistencia a la manifestación de ayer con las que han tenido lugar recientemente también en Cibeles para protestar contra el gobierno es casi irresistible, de hecho no la hemos podido resistir.

Pese a que los medios tienden a ofrecer una imagen dulce de las manifestaciones del 8M, lo cierto es que un año más han vuelto a poder contemplarse feas escenas de violencia, división y exclusión, incluyendo un desafortunadísimo vídeo de la Secretaria de Estado de Igualdad y contra la Violencia de Género, Ángela Rodríguez Pam, rodeada de odiadoras cantando «¡Qué pena me da que la madre de Santi Abascal no pudiera abortar!».

Uno de los elementos de fondo más llamativos del feminismo que salió ayer a la calle a exigir igualdad es sin embargo su defensa granítica de las políticas de cuotas, cuando existe una evidente contradicción entre la discriminación positiva que suponen las cuotas y la igualdad. Para empezar y como solemos repetir no existe la discriminación positiva, sino sólo discriminación, porque toda discriminación implica una discriminación positiva (la del beneficiado) y una negativa (la del perjudicado). Excluir de un bar a los negros no se puede considerar discriminación positiva a los blancos. Si en una convocatoria cualquiera hay un grupo beneficiado por una política de cuotas ya no se puede hablar de igualdad, porque eso significa que una persona con menos méritos va a pasar por delante de otra para cumplir una cuota, aunque sea peor.

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La cuotas que tanto defienden las feministas son radicalmente incompatibles por tanto con la igualdad que también dicen defender, pero también son incompatibles con la justicia.

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Una vez establecida la igualdad, la discriminación positiva o las cuotas resultan injustificables. Aún asumiendo hipotéticamente una discriminación anterior, resulta injustificada una discriminación positiva compensatoria, porque no existe tal compensación.

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Si en un momento pasado hubo alguien llamado Pepito beneficiado por ser hombre y alguien llamada Pepita perjudicada por ser mujer, nada resuelve beneficiar a ahora a alguien llamada Juanita perjudicando por ser hombre a alguien llamado Juanito. La injusticia sobre Pepita no queda deshecha beneficiando a Juanita. En ningún modo queda indemnizada Pepita por beneficiar posteriormente a otra persona totalmente distinta llamada Juanita. En nada tiene que responder Pepito por haber sido injustamente beneficiado, en nada se le repara a Pepita y a la injusticia cometida sobre Pepita simplemente se le añade ahora otra cometida sobre Juanito.

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La alternativa a la discriminación es la igualdad, no una discriminación por turnos. Las cuotas son una forma de implantación de la discriminación por turnos. La injusticia por turnos no es justicia. La justicia por tanto no es el 8M sino la permanente igualdad de derechos.

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