Weber: Una contradicción en la ética protestante

Son conocidas las críticas que ha tenido el libro “La Ética Protestante y el Espíritu del Capitalismo” de Max Weber, entre ellas las de David Cantoni, el cual hizo un estudio mucho más profundo que Weber llegando a las siguientes conclusiones en “The Economic Effects of the Protestant Reformation: Testing the Weber Hypothesis in the German Lands.”:

“Usando cifras de población en un conjunto de datos que comprende 276 ciudades en los años 1300-1900, no encuentro efectos del protestantismo en el crecimiento económico. El hallazgo es robusto para la inclusión de una variedad de controles y no parece depender de la selección de datos o del pequeño tamaño de la muestra. Además, el protestantismo no tiene ningún efecto cuando interactúa con otros probables determinantes del desarrollo económico.”

Otros han atribuido la aparición del Capitalismo a la Italia medieval de los Medici y los Fúcares. No obstante he encontrado dos afirmaciones en el libro que, a mi juicio, son contradictorias. Ya las he expuesto varias veces pero considero importantes volver a dejarlas reflejadas en este artículo. Cabe destacar que ambas aparecen en la misma página, lo cual hace que la cuestión sea aún más llamativa. Empecemos por lo siguiente:

“… las minorías nacionales o religiosas que (en tanto que <<dominadas>>) tienen frente a sí a otro grupo (en tanto que <<dominador>>) suelen ser impulsadas por su exclusión voluntaria o involuntaria de las posiciones políticamente influyentes a la vía del trabajo en una medida especialmente fuerte; la experiencia de sus miembros más dotados intentan satisfacer en el trabajo la ambición que no puede encontrar utilización en el ámbito estatal.”

Tras mostrar los datos de la baja participación de los católicos alemanes en las fábricas y en los estudios avanzados Weber nos dice que lo usual sería que estos, al estar voluntaria o involuntariamente marginados de la política, dirigieran sus esfuerzos y atención hacia el trabajo y ámbitos de una esfera menos pública. Al no suceder esto la conclusión irremediable es que hay aspectos intrínsecos del catolicismo que empujan a sus miembros a alejarse de los métodos de producción capitalistas y de los altos rangos de estos procesos. Sirve esto para mostrar como la ética protestante rompe con sus antecesores beneficiando así la aparición de la economía moderna. Si bien hemos hablado anteriormente sobre la posición católica sobre el productivismo, no podemos aceptar que desde su óptica los pertenecientes a la Iglesia tengan motivos para rechazar su participación en el mercado. La solución a este dilema que Weber plantea aparece, como dijimos, en la misma página:

“…los aprendices católicos muestran una inclinación más fuerte a permanecer en el artesanado, se convierten con más frecuencia en maestros artesanos, mientras que los aprendices protestantes acaban en una medida mayor en las fábricas, donde ocupan niveles superiores entre los trabajadores cualificados…”

¿No puede venir esa inclinación de los católicos a su posición (usando palabras del autor) como “dominados” en los puestos fabriles? Es decir, Weber reconoce la presencia mayoritaria en los cargos de responsabilidad de las fábricas de protestantes. ¿No puede ser este hecho el que ahuyente (voluntaria o involuntariamente) al católico y lo dirija hacia el artesanado de la misma manera que se podría dar en la esfera política?

En conclusión: dado que se ha demostrado a través de otros estudios que los datos que Weber expone corresponden a un contexto concreto que no aparece en otros distintos podemos decir que se pueden llegar a explicar o, al menos, habría que valorar como posible respuesta algo que él mismo expresa en su libro. Los protestantes, en un momento concreto del tiempo, se han convertido en una “clase” poderosa tanto en el sector privado como en el público. Esto podría trasladar al católico a puestos más reservados como la artesanía o la teología.

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