El “Black Friday”, la ¿acertada? exportación norteamericana

Este próximo viernes día 29 de noviembre, los establecimientos comerciales de más de un país occidental u occidentalizado serán beneficiarios de la actividad económica que generará uno de los eventos más consumistas -por antonomasia- del año: el llamado Black Friday (traducción al inglés de “Viernes Negro”).

Con motivo de ello, la mayoría de establecimientos aplicará rebajas de precios de buena parte de sus productos (en algún que otro establecimiento español, ocasionalmente, se incurre en la práctica de reducir solo el precio de productos de baja demanda o de subir días antes el precio de los mismos para restablecerlo después, de manera engañosa).

A su vez, como ocurre con casi cualquier otro evento o cuestión diferente, esta fiesta es sujeto de controversias morales e identitarias (independientemente de las disputas que pueda haber en cuestiones estrictamente económicas). Por ello, es mi intención redactar este artículo, para hacer una aportación al debate en cuestión.

El problema no es la esencia estadounidense en sí

De nosotros, como sociedad, también depende la proyección moral y cultural de la Hispanidad y sus valores más allá de nuestras fronteras (en otras palabras, podríamos decir que, en cierto modo, culpables seremos de algunos de los menosprecios que algún que otro enemigo exterior haga a la misma).

En el caso del Black Friday, se dice que una vez más, España ha importado, de manera automática e inconsciente, ha bebido de cierta hegemonía norteamericana, permitiendo la exportación de “tradiciones” como esta, sin reflexionar, sin ninguna especie de juicio previo moral o crítico. Quizá sea cierto, pero a estos respectos, he de manifestar otra serie de consideraciones.

Igual es cierto que no existe un suficiente esfuerzo sociológico en cuanto a defensa orgullosa de lo que es propio de las Españas, pero tampoco pretendo que ello deba de implicar una actitud de demostración de superioridad de todo lo hispánico a la par que, por defecto, haya que denostar cualquier cosa extranjera. Eso será una actitud más nacionalista que patriótica.

Así pues, no creo que me contradiga lamentando que hayamos importado la peor faceta (derivada, por cierto) de lo que no deja de ser una continuación en el calendario al cuarto jueves del mes de noviembre, en el que, en Estados Unidos se celebra el Día de Acción de Gracias (conocido, en inglés, como Thanksgiving Day).

“Inexplicablemente”, ignoramos los valores morales en torno al Día de Acción de Gracias

El primer Día de Acción de Gracias fue organizado, en el año 1598, por el español Juan de Oñate, en las inmediaciones de lo que, a día de hoy, es la ciudad texana de El Paso. Por medio de una misa previa, se celebró una comida, en una mesa bendecida, para dar gracias a Dios por los buenos resultados de las cosechas agrícolas anuales.

La fiesta continuó celebrándose y no deja de ser una ocasión especial para la reunión familiar (algo similar a la Nochebuena, cuando celebramos el nacimiento del Niño Jesús). Pero hemos de tener en cuenta que otro de los principales motivos, que continúan en fechas contemporáneas, es la cuestión de la caridad, de las donaciones voluntarias.

Es habitual que muchas fundaciones y entidades norteamericanas estén implicadas, de una u otra forma, en diversos conceptos de donaciones, con motivo del Día de Acción de Gracias. De hecho, se dice que, en general, la mentalidad estadounidense no solo destaca por la responsabilidad de los individuos sino también por la cuestión de la solidaridad legítima, que es aquella de carácter voluntario.

Ahora bien, del mismo modo que conviene observar con preocupación el hecho de que no pocos americanos estén europeizándose por medio de actitudes de irresponsabilidad y confianza mayor en el asistencialismo del problemático Estado, es interesante señalar que aquellas zonas norteamericanas más caritativas son, en general, la mayor parte de la huella hispánica (en torno a la Dixie, en la zona sur).

El problema no estriba ni en el mercado ni en América «per se»

Tampoco es problema en sí el mero hecho de que se apliquen rebajas comerciales (de hecho, un comerciante o empresario es libre de fijar sus precios en base a un orden espontáneo de mercado, cuando se estime oportuno, sin dictámenes estatales). De hecho, en su día, el Black Friday, también potenciado por el avance del comercio electrónico, surgió con fines de generosidad para con el prójimo.

Lo que nos debe de preocupar es que sigamos poniendo de manifiesto ciertas actitudes consumistas y materialistas. De hecho, para muchos, máxime en momentos de nihilismo y crisis de valores en Europa, la misma Navidad ya no tiene connotación religiosa o tradicional alguna, sino simplemente consumista (a veces se piden demasiados regalos, obsesionándose solo en la máxima posesión per se).

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