¿Cómo de malas eran la Iglesia y la Guardia Civil en 1936?

En la exposición del cuatripartito sobre 1936 los sacerdotes o los guardias civiles aparecen monstruizados y convertidos en instituciones criminales. Cabe la sospecha, además, de que se pretende que el espectador salga de la exposición teniendo esta visión de la Iglesia o de la Guardia Civil también en el presente, no sólo en 1936.

La realidad, sin embargo, es que incluso en 1936 la visión que se intenta dar de la Iglesia o de la Guardia Civil es irreal.

En primer lugar cabe señalar que efectivamente la Iglesia apoyó con carácter general la rebelión de 1936 contra el gobierno republicano. No obstante, también hay que recordar que en los territorios controlados por los republicanos se llévo a cabo una auténtica labor de exterminio contra los sacerdotes y religiosos. Pretender que la Iglesia apoyara al bando republicano es tan absurdo como pretender que, si hubiera habido un golpe de estado viable contra Hitler, los rabinos se hubieran puesto del lado del fhurer.

Con esto y con todo, presentar a la Iglesia como una institución sanguinaria, siquiera en 1936, es injusto. La Guerra Civil sacó lo peor de los españoles de uno y otro bando, pero también en ocasiones lo mejor. Si se contara todo lo bueno y todo lo malo, se vería que el resultado es complejo. Por eso la imagen de los sacerdotes que proyecta la exposición es injusta. Nada se dice de en la exposición de los, al menos, 13 eran obispos, 4.184 sacerdotes, 2.365 religiosos y 283 religiosas asesinados por los republicanos en la Guerra Civil, algunos de ellos navarros, por cierto, los cuales obviamente no aparecen en esta exposición. ¿Cómo habría que pintar a sus asesinos y a las organizaciones y partidos a los que pertenecían? La exposición decide borrar a estas vícitmas de la historia y evitar el problema.

Por otra parte, en relación con todo lo expuesto y la exposición puede ser un buen momento para recordar la homilía del 15 de noviembre de 1936 del obispo de Pamplona, Monseñor Olaechea, en la iglesia de San Agustín. He aquí la transcripción de aquella homilía titulada, significativamente, “Ni una gota de sangre de venganza”:

Ni una gota de sangre de venganza

Es ésta la imposición de insignias más numerosa de cuantas he tenido el honor de llevar a cabo en la diócesis, y es ésta la primera vez, después del glorioso movimiento salvador de España, que me encuentro en un acto público con la Acción Católica.

No puedo desperdiciar la solemne ocasión que Dios me ofrece sin dirigiros la palabra, palabra que puede ser histórica. Palabra que dejo como lema, como orden del día, a las cuatro ramas de la Acción Católica, en los tiempos que atravesamos y en los que atravesemos después del triunfo. Es palabra que viene de la cruz, cruz cuyo distintivo acabáis de recibir. Es palabra divina, dulce y consoladora de la suprema intercesión de Jesucristo muriente por todos sus verdugos: «Perdónalos, Padre, que no saben lo que hacen».

¡Perdón, perdón! ¡sacrosanta ley del Perdón! ¡No más sangre; no más sangre!

No más sangre que la que quiere el Señor que se vierta, intercesora, en los campos de batalla para salvar a nuestra patria gloriosa y desgarrada; sangre de redención que se junta, por la misericordia de Dios, a la sangre de Jesucristo para sellar con ello de vida, pujante y vigorosa, a la nueva España que nace de tantos dolores.

No más sangre que la decretada por los tribunales de justicia, serena, largamente pensada, escrupulosamente discutida, clara, sin dudas, que jamás será amarga fuente de remordimientos.

Y… no más sangre.

¡Católicos y católicas de la gloriosa diócesis de Pamplona! Vosotros y vosotras en particular, los llamados por Dios al apostolado como auxiliares de la jerarquía, socios queridos de la Acción Católica, practicad con todo el amor, predicad con toda energía las palabras de Jesucristo en la cruz, esas palabras que distinguen a los cristianos: «Perdónalos Padre, que no saben lo que hacen». Nosotros no podemos ser como nuestros hermanos de la otra banda, esos hermanos ciegos, envenenados, que odian, que no saben de perdón.

No podemos ser como ellos: hemos abrazado una ley de perdón y en ella nos apoyamos para que Dios nos perdone.

¡Católicos! Cuando llegue al pueblo el cadáver de un héroe muerto por defender a Dios y a la patria en el frente de batalla, y lo lleven en hombros y llorando los mozos, sus compañeros de valentía, y una turba de deudos y amigos acompañe sollozando el féretro, y se sienta hervir la sangre de las venas, y rugir la pasión en el pecho, y descerrajen los labios un grito de venganza … , entonces que haya un hombre, que haya una mujer, que pague, sí, a la naturaleza su tributo de lágrimas si no las puede sorber el corazón, pero que llegue al ataúd, extienda sobre él los brazos y diga con todas sus fuerzas: «No, no; atrás, atrás: la sangre de mi hijo es sangre redentora; estoy oyendo su voz como la de Jesucristo en la cruz, acercaos y sentiréis que dice «perdón». ¡Que nadie se le toque por mi hijo! ¡Que nadie sufra! ¡Que se perdone a todos! Si el alma bendita de mi mártir que goza de Dios se os hiciera visible os desconocería. No sois cristianos. Si os dierais a la venganza y os pudiera maldecir, os maldeciría yo y mi hijo».

Yo estoy cierto de que así hablarán las conciencias cristianas de esta gran Navarra.

Perdón y caridad, hijos míos.

Yo creo levantarse en cada pueblo una montaña gigantesca de heroísmo y una sima insondable de angustia y temores.

De temores. Almas que vienen en tropel y temblorosas a la iglesia en busca del bautismo y matrimonio, confesión y Eucaristía. Vienen con sinceridad, pero no venían antes. Se han roto los eslabones de las cadenas que las aprisionaban y corren al caliente consuelo de la fe. Pero traen el miedo, atravesado como una daga, en el alma. Y las hemos de ganar con la sinceridad de nuestra fe, con la justicia social y la caridad.

Se allanarán la montaña y la sima y por la ruta feliz de la paz marcharemos todos como hermanos, cantando la santidad de la Iglesia, en la prosperidad y grandeza de la patria.

Que mueran los odios.

Ni una gota más de sangre de castigo.

Mujeres católicas, interponed la delicadeza de vuestra mente, el fuego de vuestro generoso corazón, entre la justicia y los reos. Trabajad para que no haya una mano que haga saltar con injusticia una gota de sangre.

Ni una gota de sangre de venganza.

Una gota de sangre mal vertida pesa como un mundo de plomo en la conciencia honrada, no da reposo en la vida y satura de pena y remordimiento en la muerte.

Una gota de sangre ahorrada endulza toda la vida y da la esperanza de toda una gloria.

Lema de palabras de orden: «Padre, perdónalos que no saben lo que hacen».

Os habéis acercado trescientas a recibir la insignia de Acción Católica. Si cuento con trescientas propagadoras de esa palabra de orden se terminaron los odios. Ya no habrá izquierdas y derechas, no habrá partidos, todos hermanos. El Evangelio es uno y será uno hasta el fin de los siglos, y cumpliéndolo con sinceridad de vida llegaremos a aquella que es vida verdadera, sin fin y sin dolores, y a aquella patria que es verdadera patria, sin disensiones ni partidos.

Dios nos la dé a todos por su gran misericordia. Amén.

Marcelino Olaechea Loizaga. Discurso en una imposición de insignias de Acción Católica. Parroquia de San Agustín (Pamplona), 15 de noviembre de 1936.

La Guardia Civil en la Guerra Civil

En cuanto a la Guardia Civil, hasta la propia exposición resulta incongruente. Una de las vícitmas en uno de los cuadros es un comandante de la Guardia Civil, que optó por oponerse a los sublevados, sin embargo todos los guardias civiles de la exposición aparecen también caracterizados como monstruos.

Es por ello que también interesa bucear en la historia de esta institución que en 1936 se componía de alrededor de 33.500 hombres. Como se narra en la propia web del cuerpo, “prácticamente la sublevación triunfó donde se sumó la Guardia Civil y fracasó donde ésta permaneció fiel a la República”. El Inspector General de la Guardia Civil, el general Pozas Perea, hay que subrayar que se mantuvo fiel al gobierno de la República e impartió instrucciones de mantenerse leales al poder legalmente constituido.

La Guardia Civil quedó dividida en dos igual que el conjunto de España. Los guardias civiles sublevados en Albacete, según narra la historia la Guardia Civil en su propia web, fueron asesinados y arrojados al mar por decenas en aguas de Cartagena, mientras que el coronel Escobar y el general Aranguren en Barcelona se mantuvieron fieles al gobierno de la República por lo que, finalizada la contienda, serían condenados y posteriormente fusilados.

Parte de la confusión puede derivarse del hecho de que el Instituto continuó existiendo como tal en el bando nacional mientras que en el republicano se reorganiza en un principio como Guardia Nacional Republicana y más tarde, en diciembre de 1936, como Cuerpo de Seguridad y Asalto unificando todos los cuerpos de carácter policial.

El recuento final de bajas del Cuerpo en ambos bandos arroja la cifra de 2.714 muertos y 4.117 heridos, lo que supone el 20 % de sus efectivos iniciales.

Como colofón, podría concluirse que el riesgo de dividir a la sociedad española actual por culpa de 1936 se reduciría mucho si el asunto se recondujera a su campo razonable de significación, que a estas alturas es el de los historiadores, pero que el riesgo de dividir a la sociedad actual también se diluiría bastante si, puestos a hablar de la Guerra Civil, no se mutilara la mitad de la historia y por lo menos se recordara todo. Contándolo todo, además, se comprende mucho mejor lo que sucedió.

Comentarios (3)
  1. Quién quiere Historia pudiendo escuchar las historietas de Aitá Barandiarán o Aitona Arzallus, o los cuentos del Padrecito Stalin.
    Y es que la Historia refleja la realidad que no querenos ver, oír y conocer. Es mejor que nos regalen los oídos con enriras dulces y convenientes , para auto justificarnos en nuestra estupidez y salvajismo.
    Llegará el 2036 y algunos seguirán sin aprender nada de nada.

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  2. Melchor says:

    Hay una parte de españoles que están dispuestos a olvidar que hubo una guerra e incluso a olvidar que la ganaron. Pero a lo que no están dispuestos es a aceptar que la perdieron.
    Hay otra parte de españoles que quieren ganar la guerra después de 77 años y siguen dando la brasa.
    Ya vale hombre, ya vale.
    Vamos a dejar de considerar que la izquierda es siempre buena y la derecha es siempre mala.
    Y vamos a dejarnos de tener complejos de culpabilidad por ser liberales-conservadores.

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  3. Ramon de Argonz says:

    Una exposición de vergüenza. Queriendo denunciar injusticias desde luego denunciables, ignoran que otros podrían denunciarlas mayores, diluyen la denuncia en otros asuntos, y crean sus propias errores arremetiendo contra quienes no deben… Eso así, se han dado el gusto de mostrar su DOMINIO y PODER. Sí, sabemos quién manda aquí, y no precisamente la Justicia y el Derecho.
    Firma un carlista como aita Teodoro, valeroso voluntario del Tercio de San Fermín

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