Ocho apellidos vascos

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Ocho apellidos vascos es una película entre Capuletos y Montescos ibéricos, un Romeo eta Julieta de final imprevisible convertido en comedia y trasladado hasta el País Vasco. Chico andaluz conoce en Sevilla a chica vasca en despedida de soltera, surge el amor, el chico viaja hasta el pueblo de la chica persiguiendo a la enamorada, donde tiene que hacerse pasar por abertzale para poder ser aceptado por su familia, encarnación de todos los estereotipos nacionalistas. De la película se pueden decir muchas cosas buenas y alguna que no lo es tanto.

Empezando por lo malo, podríamos decir que la película evita mojarse en muchas cosas, no en vano emparenta por parte de guión con Vaya Semanita. Es decir, que existe una clara intención de conseguir no molestar demasiado. Que se llegue a un público muy amplio, abarcar mucho apretando poco, lo cual es lo que es: ni muy bueno ni muy demasiado malo, pero sin perder al gran público en el intento.En este caso la película consigue llegar ampliamente al público al precio de ejercitar un humor que parece muy transgresor, pero que luego no lo es tanto. La mayor parte del tiempo la risa pasa de ser un medio a ser un fin en sí mismo, para lo cual se ridiculizan una serie de topicazos que, por otro lado, todos sabemos y respecto a los que ya existe un cierto consenso.

Pero la película tiene por otra parte muchos aspectos positivos

Por un lado es graciosa. Por buenas que fueran sus intenciones, la película fracasaría miserablemente si no fuera graciosa, pero lo es. El humor es el combustible del depósito de está película y el depósito permite hacer un largo recorrido. Cierto es que luego, como reseñábamos, quizá se recorre poca distancia y con dirección a veces un poco incierta. Pero al menos hay gasolina y la película, si bien dentro de ese compromiso delicado entre avanzar mucho y perder pasajeros, al final consigue que lleguemos hasta algún sitio. Y no todo el mundo ha quedado contento con el destino.

Una parodia del nacionalismo

Al final la película se convierte en una parodia genérica del nacionalismo, no necesariamente del nacionalismo vasco sino de cualquier nacionalismo y ni siquiera demasiado hiriente. Un retrato de ideas y prejuicios estúpidos que a menudo dificultan las relaciones entre personas que en el fondo son parecidas y buenas. A pesar de ello al Gara no le ha gustado nada la película. El diario afín a la izquierda abertzale arrancaba su crítica arremetiendo contra la película por estar producida por Tele5, por basarse “en los mismos chistes sobre vascos y andaluces que se contaban durante el franquismo” y porque sólo puede tener cabida “en la España involucionista gobernada por la derecha más rancia”. El diario además considera “un completo despropósito que dentro de la propia película intérpretes que no son vascos jueguen hacer de vascos que imitan acentos de chiste”. Lo cierto es que la crítica del Gara de algún modo confirma que los personajes tan ridículos que se convierten en una parodia de sí mismos no sólo existen en la película, sino que se dan en la realidad y además escriben periódicos nacionalistas. O ponen coches bomba, aunque la película no llega tan lejos en este sentido y esa es quizá la pregunta final de la película: si debería.