Mi verdad sobre las inmatriculaciones de la Iglesia

La polémica generada en torno a las inmatriculaciones de la Iglesia me ha suscitado una serie de reflexiones sobre todo lo oído que me propongo compartir con ustedes, si no interrumpen ahora mismo la lectura.

En primer lugar supongo que no soy el único en notar que “el pueblo” no existe como ente jurídico. Es decir, que no hay nada en ningún registro de España a nombre de “el pueblo”. El Pahetón de la presidenta, por decir algo, no es del pueblo ni se lo puede pedir uno los viernes para conducirlo. El coche, aunque nos creamos otra cosa, no es del pueblo sino del gobierno. Aquí no hay por tanto un conflicto entre la Iglesia y “el pueblo” por la propiedad de los lugares de culto, sino entre la Iglesia y el gobierno. Y tampoco con el gobierno sino con una serie de políticos de izquierda radical y nacionalismo radical (valga la redundancia) y la Iglesia. No porque lo quiera la iglesia sino porque no soportan que exista la Iglesia y que discuta su discurso. Para acabar con las inmatriculaciones y otros debates todos sabemos lo que la iglesia tendría que hacer y es callarse la boca, dejar a la izquierda radical el monopolio del pensamiento.

Partiendo de todo lo anterior, llama la atención que el director del “Noticias” escriba un editorial llamando a los curas “codiciosos”. El obispo de Solsona fue noticia hace poco por bajarse el sueldo de 1.200 a 900 euros como ejemplo de austeridad. La noticia, sin embargo, resultó para mí que un obispo fuera mileurista. Si los curas vivieran rodeados de lujo y riqueza no habría en Navarra 50.000 parados y 10 seminaristas, sino 50.000 seminaristas y 10 parados. Si el director del Diario de Noticias considera “codiciosos” a los curas cuando un obispo es un humilde mileurista, ¿cómo llamaría al alcalde de Donosti o a Uxue Barkos que cobran más de 80.000 euros al año? ¿Para cuándo un editorial contra ellos? ¿O es que un cura es más rico y vive rodeado de más lujo por trabajar en una Iglesia que quien trabaja en el ostentoso Ayuntamiento de San Sebastián o en el Congreso de los Diputados? ¡Que vendan el ayuntamiento y se reúnan en una casa de madera prefabricada! Por no hablar de la anticlerical y humilde familia Moscoso.

Me cabrea finalmente que quien no ha pisado una iglesia en su vida ahora de repente las quiera todas como un bien público, bien para cederlas graciosamente para el culto (¿dónde queda entonces la separación Iglesia estado en un estado con las iglesias estatalizadas? ¿Para ese viaje se necesitan alforjas?) o para convertirlas directamente en herriko tabernas. Eso sí, pagadas con las aportaciones robadas a generaciones y generaciones de católicos.

Volviendo a la primera reflexión, todos sabemos que de lo que se trata es de castigar a la Iglesia y someter su discurso o estorbar la odiada e indeseada libertad religiosa. El debate ni siquiera es jurídico sino descaradamente mediático y político. Que no nos obliguen a llamar a todo esto “laicismo” sólo porque quede peor llamarlo persecución ideológica. Un estado aconfesional no es un estado donde sólo caben los que no tienen ninguna confesión sino un estado en el que caben todas las confesiones porque el estado (ni siquiera el gobierno) no toma partido por ninguna confesión. Hay quienes pretenden que las creencias religiosas deben limitarse al ámbito de lo privado. Es decir, que a partir de la puerta de su casa usted tiene que pensar obligatoriamente como yo que soy ateo. Eso no es un estado neutral o aconfesional. Eso es un estado totalitario.

Comentarios (1)
  1. ezkaba_lurralde says:

    Hombre, el pedir que el Arzobispado no se apropie de bienes inmuebles de Navarra que no le pertenecen, no es en absoluto “persecución religiosa”.

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