El final de curso

Ahora si. Ahora si que ya ha empezado el curso de verdad. Todos los coles abiertos, los institutos, las ikastolas, los comedores. Los jerseys sobre nuestras camisas… En fin, que ya estamos en harina. Por delante 10 meses para dejarse la piel en los libros, en el trabajo, en el madrugón de cada mañana. Este curso se acabará allá a finales de mayo, cuando volvamos a quitarnos los jerseys, y cuando unos 600.000 navarros elijamos a los 51 parlamentarios que nos representarán durante cuatro años en el Parlamento Foral.

Mi amigo Juan que vive en Murcia lo acabará también votando, junto con otros 1,4 millones de murcianos (más del doble que de navarros) para elegir a 45 parlamentarios. Anda!. Son más y eligen a menos. Si siguieran nuestra “regla de tres” deberían elegir a 116. Mi amiga Rocío que vive en Madrid, con otros 6,5 millones de madrileños, elegirá a 121 diputados, no a 502.

Alberto, alcarreño de toda la vida, elegirá junto con 1,2 millones de Castellano Manchegos a 47 diputados. Eligen menos que nosotros y son el doble de gente y casi cinco veces nuestra superficie. De seguir “la regla de tres” de Navarra, en la Carrera de San Jerónimo debería haber 3833 parlamentarios.

Esto puede querer decir dos cosas. Que casi todos los parlamentos autonómicos están infradimensionados y sus parlamentarios van de cráneo tratando de llegar a todo. O que nuestro Parlamento Foral está sobredimensionado y nuestros parlamentarios son los que menos productividad tienen del país. Si los Manchegos que son el doble que nosotros se bastan con 47 diputados, ¿por qué tenemos que tener nosotros 51? Esto se llama baja productividad. ¿No es esto lo que dicen las multinacionales cuando levantan las fábricas que tienen en España para llevarlas allá lejos?

Imagino que el director de Recursos Humanos del Parlamento estará ya preparando la lista con el ERE de extinción de unos cuantos de esos 51 ¿no?. Ah!. No. Que en el Parlamento no hay director de eso.

Creo que San Pablo decía que el que no trabaje que no coma. Y me parece que al final del Paseo Sarasate hay unos cuantos que trabajan poco. O nada. Así, claro, no me extraña que repitan curso.