Pamplona se llena de gente rara

Ya falta menos y se nota. Empiezan a verse por las calles de Pamplona caras que parecen una colección. Especímenes que prometen. Son seres humanos que desembarcan dispuestos a escribir un nuevo capítulo sanferminero sobre su espalda cansada. Pero ellos -que en realidad no son raros porque siempre son igual de raros- no saben que los raros somos nosotros, los que parece que no hemos roto un plato. Los que sin pestañear nos preparamos para la metamorfosis que el seis de julio nos transformará en una especie humana irreconocible. Es entrañable comprobar como, a pesar de todo, de los móviles, de la revolución cultural, de la decadencia gastronómica, de las prohibiciones neo-calvinistas del gobierno, del amaneramiento de tantas costumbres, todavía nos emociona este juego simplón que consiste en imaginar que somos gente rancia y huraña que de pronto se desmelena y se humaniza. Si. Los raros somos nosotros. O no. Porque sólo somos gente vulgar que se somete al tránsito jovial de nueve días estrafalarios. Pamplonicas que de nuevo ocuparán su hueco en el jolgorio mientras calibran de reojo hasta qué punto se nos ha ido la Fiesta de las manos. Y es que han cambiado tantas cosas… Pero pase lo que pase, ojalá que no nos venza la nostalgia museística de los sanfermines pasados.

Jerónimo Erro

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